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jueves, 10 de febrero de 2011

Elegía a Buenos Aires o a cualquier ciudad que de a ratos es monstruosa...


Adoro esta ciudad pero me enferma.
Es como una madre desamorada y llena de hijos que suplican atención a sus indiferentes calles.
Me enferma con su encierro inevitable, con su negación al día y a la noche. Irrespetuosa, se yergue poderosa porque millones de personas la eligen, la necesitan más que a los verdes prados, que a la montaña, que a la selva, que a la naturaleza toda que grita (más allá de los límites de autopistas) su universo de pájaros...
Pero me quedo. Vos sabes que me enferma, me mete en las venas la dulce adrenalina y euforia y luces y diversión sólo con la condición de extirparme el alma y estrujarme el corazón con sus depresivas soledades y la ausencia de voz, de vos.

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